viernes, 14 de agosto de 2009

LES CASES BAIXES. Tres días completos.

Detrás de dos parejas amigas, de las que ellos son pescadores de toda la vida…
Sin ganas de pasarme los tres días haciendo el pino viendo como ellos pescaban, me saqué la licencia de pesca continental para jubilados, me compre un lote de cinco “cucharillas” en el Decatlon y después de pelearnos con el ordenador para conseguir los "Tiques del coto", los seis nos fuimos la tarde del jueves hacia Les Cases Baixes, alojamiento rural situado a orillas de la presa La Llosa del cavall en la comarca del Solsones.
El alojamiento, situado en un lugar preferente a orillas del embalse, es de lo más pintoresco y acogedor. Sencillo como nosotros, rustico, pero limpio y cuidado. Rodeado de naturaleza, de animales, de plantas…
Sus dueños, el Ángel y la Mónica, dos personas encantadoras, poseen una explotación hípica donde crían, cuidan y adiestran a caballos y jinetes.
Siempre, por muy atareados que estén, tienen un momento para ti, para un chiste o para una charla, (La Mónica es un pozo se sabiduría en cuanto a historia…).
Con ellos no te sientes extraño y puedo asegurar que es cierto lo que nos dijeron al recibirnos: Ustedes no son nuestros clientes…Son nuestros invitados.
De madrugada o tal vez antes… (El Ángel todavía no había colocado el camino de acceso al embalse), un enorme estruendo rompió el encanto de mis tranquilos y dulces sueños.
Jesús estaba aporreando la puerta y llamando a filas para ir a pescar… Evidentemente, se trataba de encontrar a las truchas dormidas…Digo yo…
Con más sueño que hambre, cargados de cañas y aperos, nos dirigimos a la orilla del agua. Jesús me prestó un par de cañas. Una la clavé a fondo y la otra la armé con cucharilla…
La de la cucharilla se rompió de la puntera a los cuatro lances…La de fondo se me engancho como tropecientas veces… Es evidente que han pasado muchos años desde mis últimas correrías de pesca…
Jesús pescó algunas carpas que tuvo que devolver al agua y Bernardino, el más veterano que llego dos horas más tarde, a la primera de cambio sacó una trucha de 24 centímetros.
Así me pasé la mañana bañando el gusano, desliando liotes de hilo, pegándome palmetazos en brazos y piernas intentando matar unos mosquitos que siempre conseguían escapar, andando para arriba y para abajo buscando mejor sitio… Todo un éxito…
De todas formas…Lo pase de “coña”…
Después de almorzar con unas hogazas de pan tierno y acabado de hornear con que cada día nos obsequiaba Ángel, (espléndido detalle por su parte), nos dedicamos al vagueo puro y duro hasta la una de la tarde que nos fuimos a comer a Solsona, al restaurante "El Trabucaire".
Que nadie se lo pierda…10 € el menú… Embutidos a los que quieras con tabla y cuchillo, Paella, “peus de porc”… Todo lo que tres parejas de jubilados necesitan para regular la presión, el azúcar, el colesterol y todo eso…
Después de comer, Jesús y Bernardino se quedaron sentados en un banco al lado del puente y a la sombra…
Los demás aprovechamos para pasearnos el casco antiguo de Solsona… Vale la pena.
Ya por la tarde y regresados a nuestros alojamientos, Bernardino marcho de nuevo a pescar… sin demasiado éxito. Los demás nos quedamos a disfrutar del sosiego del lugar, ellos jugando al “Despistao” y yo enchufado a mi música mp3, debajo de unas celosías estratégicamente colocadas en la era de la masía, donde uno podía acariciar los gatos, los peros o los ponis… Respirando un aire purísimo impregnado del olor a lavanda de los parterres y refrescado por una temperatura envidiada por todos los que dejamos cociéndose a treinta y más grados en Abrera…
De nuevo llegó el amanecer…o algo así… Me desperté sin que esta vez Jesús tuviera que intervenir y de nuevo nos dirigimos, (esta vez los tres), a unos supuestos mejores lugares para pescar.
Esta vez me quede quieto en un mismo lugar… Con una sola caña…
Después de unas tres horas de bañar el gusano y con gran sorpresa, al levantar la caña vi alucinado una carpa roja, como las de las peceras, de medio palmo más o menos que se balanceaba en el extremo del hilo…
Se dejo quitar el anzuelo fácilmente y me despedí de ella pidiéndole perdón… No creo que me perdonara, fue tocar el agua y desaparecer… Buenoooo ¡!... Algo es algo…
Jesús pescó varias carpas a las que también despidió con besos y disculpas y Bernardino… El puñetero… Se sacó otra trucha de 24 centímetros.
De nuevo en la casa, comimos como bellacos. Una había traído libritos hechos de casa, otra conejo guisado, otra una paletilla de bellota… Porrón de vino, cava, café, copa y puro… Y siesta a todo meter…
Por la tarde, Jesús y Bernardino fueron a pescar y los demás nos fuimos a dar un paseo con el coche hasta la entrada del embalse por Guixers y siguiendo por la carretera en dirección Berga, nos acercamos hasta la presa donde se juntan las aguas de Aigua D'ora y riera de Llinars.
Después nos acercamos a la Cantina de Llinars que tantos recuerdos me traen de mi vida pasada.
De regreso visitamos el pueblo de Sant Llorenç de Morunys donde las féminas se regalaron con sendos helados.
Cena, cartas, fresco… Mañana no pesco… Nos fuimos a dormir dentro de un mundo de silencio no imaginable si no se está allí…
El domingo, Jesús se quedó y con Bernardino y las señoras nos fuimos de turné.
Sant Llorenç de Morunys, donde paramos para que Bernardino comprara el periódico y así mantenerse al corriente de cómo iban las cosas en el otro planeta. La Pedra y La Coma, donde nos mojamos los pies en las heladas aguas de la Font Puda, (aguas sulfurosas), aproveche para beber y llenar una botella de litro y medio, si mas no, para paliar los efectos de las comilonas y todo eso…
Seguimos hasta "Les Fonts del Cardener", lugar precioso donde el agua del rio Cardener sale a la vida para alimentar el embalse junto con “El riu de Valls” y de allí, sigue camino hasta encontrarse con el Llobregat.
Minuciosamente cuidado, el paraje dispone de una magnífica zona de picnic con excelentes barbacoas a prueba de incendios, aparcamiento y servicio WC.
Continuamos el viaje hasta la estación de esquí Port del Comte. El coche hacia “figa”, cargado de kilómetros, de peso…Y de años…
Finalmente llegamos encima de más arriba y después de saludarnos con San Pedro… Fresquitos y respirando un aire de lo más saludable, contemplamos la inmensa obra de la creación.
De derecha a izquierda: El macizo de Peguera, El macizo D’en Sija y la formidable cordillera de Serra del Cadí vista por la vertiente sur. Una pasada… Bernardino seguía con su periódico y se quejó de frio, por otra parte, ya teníamos hambre, o sea que regresamos.
Después de apurar conejo, libritos, jamón y todo cuanto quedaba, hicimos la siesta, recogimos el equipaje y ya nos disponíamos para el regreso cuando Ángel nos dijo que nada de nada, que de salir con aquel sol ni hablar… Que nos quedáramos hasta por lo menos las siete de la tarde, que allí no habían horarios de salida como en los hoteles…
Así lo hicimos, unas partiditas al “despistao”, unas fotos… A las siete emprendimos el regreso pasito a paso y sin caravanas para llegar a Abrera a las ocho y media.
Podríamos haber practicado infinidad de deportes: Piragüismo, senderismo, barranquismo, equitación, escalada, parapén… Declinamos educadamente las invitaciones argumentando que no teníamos edad…

Tres días perfectos en compañía de unos grandes amigos: Jesús y Alicia, Bernardino y Ángeles y nosotros, Francesc y Carmen.
Agradecemos el trato tan amistoso y cariñoso recibido por la pareja Ángel y Mónica propietarios del alojamiento rural Les Cases Baixes.